El carnaval desde una mirada cristiana

Fonte_www_scuolainforma_it

Es difícil determinar a ciencia cierta el origen concreto histórico del carnaval (así como lo conocemos en occidente), lo más seguro sería referirlo a la celebración de la fiesta romana de los Saturnales[i], fiesta de un tenor altamente popular y con una carga social significativa, desde el momento en el cual se realizaba una especie de cambio de roles, donde los hombres se vestían de mujeres y los amos se vestían de esclavos, había intercambio de regalos y los esclavos tenían tiempo libre, se daba riendas sueltas al jolgorio general. Lo interesante es que solía hablarse de “relajación de las normas” sociales. Dando así a entender que estas, aunque necesarias, debían ser de alguna manera relativizadas o descomprimidas, al menos en algún momento.

El carnaval unido a las celebraciones cristianas de la cuaresma, era como un último permiso (toda “carne” vale antes de “quitar” toda “carne”), por así decirlo, a la liberalidad del jolgorio popular[ii], donde el pueblo, de alguna manera, ejercía una cierta soberanía sobre las costumbres personales y sociales, para luego pasar a un régimen de purificación en orden a reestablecer el justo orden moral de los usos y costumbres, siempre según los parámetros cristianos (bastante “condicionados” por la traducciones de cada época).

El carnaval es celebrado hoy en día en muchos países y con diferentes modalidades y dándole diversos sentidos. La valoración desde la perspectiva cristiana varía mucho, pero se puede decir que va desde la aceptación como lo que es y nada más, hasta su rechazo por considerase una fiesta carente de sentido místico trascendente (cuando no completamente “desacralizada”). En general, se ha de reconocer que de aquella fiesta popular donde de alguna manera todo el pueblo era el sujeto festejante, hoy en día – como para tantas otras actividades recreativas socioculturales – se vive como espectáculo al que se asiste y donde no todo el pueblo es partícipe de la misma manera, aunque siga siendo un espacio recreativo popular. Además, habría que agregar que, se quiera o no, estas festividades no se escapan a la ley del consumo, por lo que en torno a ellas también se genera toda una industria del consumismo, que de alguna manera contrastaría con el significado crítico social que se pretende. Sobre este significado quisiéramos detenernos brevemente, porque es tal vez el que más podría asociarse a una perspectiva cristiana[iii], asumiendo estos rituales con su carga celebrativa sapiencial y profética.

El carnaval, dentro de su gran variedad actual, de alguna manera es ante todo una expresión sociocultural. En cuanto tal, debe ser considerada no solo como una manifestación de ciertos estilos de vida o de expresiones más o menos expresivas de la misma, sino además como rituales que manifiestan el fuerte carácter de un sistema de prácticas significantes de vida. En estas celebraciones, todo se convierte en un mundo complejo de mensajes que estamos llamados/as a percibir, a discernir y a dejar fluir como expresiones que buscan canalizar un sinfín de significados humanos. Es la humanidad que expresa sus alegrías y sus anhelos, así como al mismo tiempo sus enojos y sus clamores; en fin, sus más bellas y duras realidades con sus más encendidas utopías.

Hoy más que nunca, como fenómeno social, el carnaval es variopinto y muy ecléctico, tanto en sus manifestaciones como en sus expresiones de sentido. Se expresan el pueblo sencillo junto a la clase media y demás sectores sociales, los tonos populares conservadores con los más progresistas, se resocializan códigos y se crean alternativos a los más “oficializados” por la cultura estándar. Se evidencia la importancia de la horizontalidad, la reciprocidad, la interconmutabilidad y la circularidad de los significados. Se trata de expresiones que, saliéndose de alguna manera de los escenarios y códigos formales, comúnmente “aceptados”, se permiten comunicar mensajes alternativos[iv].

Así las cosas, podríamos decir que allí hay mucha sabiduría popular, compleja y ecléctica, pero rica de significados, de signos de los tiempos, de voces del Espíritu que se deberían escuchar. El carnaval se convierte en un espacio alternativo que puede suscitar significados alternativos, que la fe cristiana también está llamada a suscitar. En vez de rechazarlos se debería entrar en sintonía y en empatía encarnatoria, para saber desde allí darle un alcance aún mayor a esa carga sapiencial y profética, donde hondura de vida y protesta social, por una vida más digna y libre, se dan la mano. Desde aquí, los festejos del carnaval y el camino cuaresmal no deberían verse como contrapunto de opuestos, más bien como contrapunto de acentos. Desde la liberalidad de la expresividad sapiencial y profética se pasaría a la hondura meditativa, que teniendo como referencia la Palabra de Vida, en su camino de entrega fiel y solidaria, se hace cargo de las alegrías y de las penas, escucha los clamores y responde abrazando sus mayores anhelos de vida, dando lugar a una esperanza cierta, generando alternativas personales y sociales, para que todos los seres humanos puedan vivir en la diversidad comunional, a la que el Dios de Jesús ha dado para siempre su placet más autorizado. El Carnaval y la Cuaresma, al fin apuntarían a lo mismo con acentos diferentes, a dar riendas sueltas a la vida en sus expresiones para mejorarla y transformarla, superando individualismos e intimismos malsanos, y generando espacios alternativos, donde la vida viene liberada, celebrada y resignificada. Quizás no se trate tanto de pasar del “desorden” al “orden”, sino más bien de comprender que en el desorden quizás haya un orden que a veces no se comprende ni percibe, y que hay que saber incluir y aceptar la realidad variopinta, sin querer encerrarla en supuestos “ordenes” virtuosos. Aunque a veces haya libertinaje eso no quita la sed real de libertad, aunque hubiere desenfreno y depravación, la purificación no adviene por rechazo sino por asunción y mejoramiento desde el interior de la misma compartida existencial.

Es verdad que nos podemos “disfrazar” de jolgorio en carnaval y de penitentes en cuaresma, sin tocar el fondo de la vida misma. Quizás no sea ni tan cierto que la vida es “siempre” un carnaval[v], ni tampoco que deba ser “siempre” una cuaresma. Ni liberalizar sin más las pasiones y los bajos instintos ni reprimirlos y dominarlos (no es lo mismo dominar que domesticar). No es cristiano ir aplastando y menospreciando la “materia”/lo “mundano” para liberar el “espíritu”, no hay que ser ingenuos/as pero mucho menos maniqueos/as. El Dios-de-la-Vida, el Dios-Eucaristía, no precisa adoraciones reparatorias sino encarnaciones liberadoras, donde la vida se celebra sapiencial y proféticamente en la andada de la historia, con sus complejidades, paradojas y significantes variopintos y eclécticos.

p. Antonio Gerardo Fidalgo


[i] Dedicada al Dios Saturno se celebraba en diciembre para dar comienzo al invierno. Para algunos es para contrarrestar estas celebraciones “paganas” que se fija en esta fecha la celebración de la Navidad (cf. fijada por el papa Julio I 337-352, separando así Navidad de Epifanía). Interesante este artículo que podría abrir a otros tantos aportes similares: Florencia Liffredo, «Ritmo de murga porteña en la ciudad eterna: ¿murga romana o murga argentina?», en Romanica Olomucensia 27/1 (2015) 125-139 (https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5398013.pdf).

[ii] Como dice una canción «Hoy el noble y el villano / el prohombre y el gusano / bailan y se dan la mano / sin importarles la facha», para luego en un momento decir: «Se acabó / El sol nos dice que llegó el final / Por una noche se olvidó / Que cada uno es cada cual» (Joan Manuel Serrat – Fiesta).

[iii] Cabría recordar que es el mismo calendario cristiano el que mantiene la celebración del Carnaval con los tres días anteriores al miércoles de ceniza. Aunque hoy en día en muchos países las celebraciones del Carnaval comienzan mucho antes y suelen prolongarse incluso ya comenzado el tiempo cuaresmal.

[iv] Como bien canta un grupo murguero: «maquillar el sabor» «fiesta singular» «vamos tirando del carro buscando canciones» «soñar despiertos» «para gozar de la fantasía» «mandar las penas a dormir» «los vecinos re-contentos, volvió el carnaval» (Los Vecinos Re Contentos -2022 – Presentación Nómade https://youtu.be/TWNRV6vj47U).

[v] Cf. La popular canción: La vida es un carnaval -1998- (Victor Roberto Daniel; Celia Cruz), al que entre otras cosas dice: «Que la vida es un carnaval / Y es más bello vivir cantando / Todo aquel que piense que esto nunca va a cambiar / Tiene que saber que no es así / Que al mal tiempo, buena cara, y todo cambia / Todo aquel que piense Que la vida es cruel / Nunca estará solo Dios está con él».

Nessun commento

Lascia un commento

Il tuo indirizzo email non sarà pubblicato. I campi obbligatori sono contrassegnati *